No sé cómo me he dejado convencer por Iñaki (mi compañero de trabajo), pero ya ves, aquí estoy, nervioso e impaciente: son las ocho de la tarde, es jueves, y estamos en la plaza de Cibeles.
No somos los únicos, aquí hay mucha más gente con sus bicis esperando, también impacientes. Muchos se conocen y saludan, se reencuentran, otros se presentan, todos sonríen.
No puedo dejar de mirar a los coches para fijarme a la velocidad que pasan por el Paseo del Prado dirección a la Glorieta de Atocha. Debo estar loco, Iñaki, te odio: dentro de unos minutos tendré que circular con mi bici por dicha calle, ¡qué miedo!. Todo esto ocurre por que hemos venido a participar en la Bici Crítica.
El paseo se celebra una vez al mes, en concreto el último jueves del mes, y cada vez se elige una temática, que suele incluir disfraces. No todo el mundo se disfraza, pero la verdad es que le da un toque más divertido. Este mes la temática es el carnaval.
Para disimular los nervios hago los típicos chistes que te da por contar cuando tienes miedo pero quieres ocultarlo. Supongo que los corredores de los San Fermines sentirán algo parecido a esto unos minutos antes de oír el chupinazo a las 8 de la mañana.
A unos metros de mí, puedo ver a un chiflado que ha enganchado un remolque a su bicicleta ¡¡con un equipo de música!!, y me pregunto: ¿de verdad va a pedalear con eso por las calles de la ciudad? ¡qué divertido!
Mucha gente lleva camisetas con el lema “Alegría entre las piernas” y pegatinas. Estas camisetas se hacen habitualmente en los talleres de serigrafía de los centros sociales. Me comenta el chico que las distribuye que el dinero que se recauda es para reponer herramientas en los talleres y pagar el alquiler de algunos de los locales. Por cincuenta céntimos consigo una pegatina, por un euro, dos: ¡ofertón!
De repente algo pasa, no sé qué es, pero todo el mundo empieza a tocar sus timbres y a silbar, el tipo del remolque musical se monta en la bici y en cuanto se detienen los coches en el semáforo rojo, todos invaden los cuatro carriles del Paseo del prado que bajan hacia Atocha.
Junto con Iñaki, me meto como puedo en la calzada y empiezo a pedalear: ahora ya estoy dentro.
Como la calle tiene un poco de pendiente hacia abajo, puedo recorrer los primeros metros muy fácilmente, pero pronto me doy cuenta que estoy adelantando a demasiados ciclistas, creo que este no es el ritmo que debo llevar. Me relajo, dejo de dar pedales, e incluso freno un poco para ponerme a rodar al mismo tiempo que los demás. Me doy cuenta que la gente pedalea en grupos, hablando o escuchando la música que sale del remolque del chiflado. La música ni es buena ni mala, más bien hortera, pero cada una de las canciones te provoca una sonrisa de oreja a oreja, y la gente se anima un montón. El ambiente es relajado y alegre, aprovecho tal situación para entablar conversación con los ciclistas que tengo a mi lado.
Un chico empieza a gritar “No contamina, no gasta gasolina” “Tengo un coche, me gusta el derroche” “No es deporte, es mi medio de transporte”, nada que ver con lo que me comenta Juan que tanto le fastidia cuando va en bici por la ciudad y le gritan, “Vamos deportista, ánimo” o “Vete a pedalear a la casa de campo”. Me llama mucho la atención esa otra actitud hacia la bicicleta como algo que va más allá del ocio y el deporte que demuestran los nuevos cánticos. Pienso en el nombre de esto de lo que estoy participando: Bici CRÍTICA: se me enciende una bombillita.
Bueno, el león no es tan fiero como lo pintan, el paseo es relajado, ya me lo decía Iñaki “el ritmo lo puede llevar cualquiera”, incluso yo que llevo mucho tiempo sin tocar la bici, aunque me preocupa es qué pasará cuando el semáforo que nos ha permitido entrar deje pasar a los coches que estaban esperando...
¡¡WoooOw!! Creí que ya lo había visto todo, pero no: no sé de dónde ha salido, pero hay una chica montada en una bici altísima, ¿cómo se sube? ¿cómo se baja? ¿de dónde ha sacado esa bici? Pues no, no se cae, y la maneja bastante bien. A ese tipo de bicis les llaman “Tall-bike” (bici alta) y sirven... para ofrecer otra visión desde/de la bicicleta y la Bici Crítica: como algo divertido, lúdico y simpático y crear otra respuesta por parte de los conductores y peatones, a veces fastidiados y de mal humor al ver su trayecto interrumpido por semejante marabunta de bicis que llenan las calles de la ciudad.
Esta chica me comenta que hay varios talleres de recuperación y reparación de bicicletas en Madrid ubicados en distintos centros sociales, son talleres autogestionados, DIY, (“Do It Yourself” = hazlo tú mismo): Tú pones la mano de obra y las piezas y ellos los consejos y las herramientas. Así puedes poner a punto tu bici sin gastarte mucho dinero, o aprender mecánica de bicis. En estos talleres también hay piezas de repuesto, casi todas de segunda mano donadas por particulares o por algunas de las tiendas de bicis de la ciudad. De uno de estos talleres es donde ha salido la “Tall bike” y el remolque con el equipo de música llamado “Sound System”.
Entre la masa hay un montón de bicicletas distintas, de una rueda (monociclos), de dos ruedas, de tres ruedas (triciclos), un grupo de bicis “Chopper” (inspiradas en las “Harley Davidson”), bicis para ir tumbado (reclinadas), tall bikes (bicis altas), tandems (súper románticas, para que ni en bicicleta se separen las parejas), bicis de piñón fijo, deportivas, de carretera, de paseo, algún padre lleva a su hijo de 2 años en la habitual silla de la bici, incluso he visto un precoz ciclista de unos 3 ó 4 años a toda velocidad con su bici adelantando a todo el mundo (el tío va como una bala, y por el carril del medio, pero protegido por el resto de ciclistas, su madre intenta seguirlo entre la masa sin mucho éxito). Este paseo mensual también le gusta a numerosos patinadores, que ruedan dentro del grupo.
Casi sin darme cuenta me encuentro avanzando por la calle Velázquez, no se ven, no se escuchan, no se huelen coches, hay muchísimos ciclistas. Me pongo de pié sobre la bici, miro para adelante y sólo veo ciclistas, miro para atrás y lo mismo. Aquí hay mucha más gente de la que imaginaba, unos 3000 mil me comentan.
Llegamos al cruce con Goya donde hay ciclistas que se han parado para impedir que los coches crucen hasta que termine de pasar todo el pelotón. Josefina me dice que dentro del grupo lo que estos ciclistas hacen se llama “tapones” y que cualquiera puede hacerlo para colaborar así con la seguridad del grupo.
En algunos cruces si un automovilista se pone agresivo se le da el relevo al “taponador”, éste se marcha y en su lugar se queda otro ciclista que acaba de llegar, dicen que esto funciona y ayuda a que la tensión se calme y se moderen los malos humos. Ahora entiendo que esto es necesario para nuestra seguridad y que así evitamos que coches se metan en medio de la masa poniéndose/poniéndonos más nerviosos y de este modo evadir conflictos mayores. Según comentan algunos ciclistas veteranos, es importantísimo pedalear juntos sin dejar huecos, para que el pelotón circule de forma ágil y ayudar al trabajo de los “taponadores”.
Comento con una chica que pedalea a mi lado: “pobres conductores”, inmediatamente ella responde: “No te preocupes, ellos solos se atascan todos los días en hora punta y nos obligan a los demás a oír sus pitidos y a respirar sus malos humos. Es curioso: protestan por que tienen que estar parados 15 minutos al mes, esperando a que pasemos alegres en nuestras bicicletas, pero no se dan cuenta de la cantidad de molestias que causan todos los días del año, y la cantidad de espacio que ocupan dentro de una ciudad que ya cuesta creer que esté diseñada para sus habitantes: con tantos carriles para coches y vehículos privados en las calles, con tantas plazas de aparcamiento en superficie... ¿la ciudad esta hecha para los coches o para las personas?.
Seguimos pedaleando, creo que ya hemos recorrido 6 km, de vez en cuando la cabecera del pelotón se detiene en algún semáforo para que se reagrupe el pelotón. Durante el trayecto se ve a poca policía municipal, y los que hay, colaboran en los cruces para que el pelotón pase cuanto antes.
Me fijo en una bici muy bonita, es de carreras toda pintada de blanco, sin pegatinas ni marca, pero tiene algo que es distinta... Me fijo un poco más y veo que no lleva cambios, es muy simple, ¿demasiado?, solamente tiene el cuadro, dos ruedas, pedales, un manillar y un sillín, no se le ve ningún cable... ¡¡ostras, que no tiene frenos!! Asombrado le pregunto al ciclista que la lleva y me dice que es una “Fixie”: una bici con un solo plato y un solo piñón además fijo, es decir, que siempre que la bici se mueve tienes que mover los pedales, y así el mismo concepto para lo contrario: frenar, je, je. Es como las que se utilizan en los velódromos para entrenar o como algunas bicis muy antiguas.
Hablando con el chico de la “fixie” me comenta que no le gusta que los ciclistas se paren a comprar comida y bebida durante el recorrido, esto provoca que el pelotón se corte y dificulta mucho el trabajo de los “taponadores”, ya que los automovilistas se ponen muy nerviosos cuando están retenidos y no ven pasar bicicletas y así se dan muchas situaciones tensas y desagradables en los cruces.
Yo le digo que se podría dejar pasar a algunos coches para aliviar enfados y él me responde que ya se ha probado, y meter coches o motos en medio del pelotón provoca más nervios, enfrentamientos y más peligro para todos. También se ha intentado dejar el carril bus libre, pero los coches lo utilizan para intentar avanzar y tampoco funciona. Dice que la experiencia de muchos años demuestra que lo mejor es circular en masa, no parar, no dejar huecos y circular a un buen ritmo.
Una señora mayor nos grita desde la acera “a trabajar y a pagar impuestos como todo el mundo” y una ciclista le responde “que alegría me da señora, ahora resulta que ni tenemos que trabajar, ni pagar impuestos”.
Sin embargo veo algo que no me gusta, un alborotador, gamberro y maleducado en su bici se mete en la acera y empieza a dar saltos entre los peatones, molestando y asustándolos, otro ciclista le increpa e intenta que deje de hacerlo. Según parece, al ciclista saltarín se le cataloga como perteneciente al llamado “comando testosterona”. Hay que tener cuidado con ellos, sólo vienen a provocar jaleo escudándose y refugiándose en la masa. Entre los que estábamos ahí intentamos que vuelva al grupo y se comporte de forma correcta.
¿Y los peatones? ¿quién los apoya?: Cuando llegamos a algunos pasos de cebra y hay gente esperando a pasar, un ciclista que rueda a mi lado empieza a gritar: “hay que dejar pasar a los peatones, pero no nos paramos” ¡Ostras¡ ¿y cómo se hace esto? Pues la verdad es que funciona: el grupo se ralentiza y se disgrega un poco, lo suficiente para que los peatones se atrevan a cruzar, así los ciclistas los esquivan sin asustarlos y al final todos pasamos al mismo tiempo y sin riesgo. Con esto se consigue que el grupo no se divida.
Me gusta circular así por la ciudad, nunca me había imaginado recorrer de esta manera toda la gran vía, he descubierto otra manera de ver y vivir la ciudad, ...me acuerdo de mi novia, me gustaría que estuviese aquí y disfrutase tanto como lo estoy haciendo yo, ¡el próximo día le digo que venga conmigo! Si le gusta podríamos intentar conseguir un tándem...
Por lo que veo en la Bicicrítica se junta gente de todo tipo, no hay un perfil determinado pero a todos nos une la bicicleta: hay casi tantas chicas como chicos, gente con ropa deportiva, gente con ropa de calle, chicas con faldas y tacones, trabajadores con traje y maletín, personas mayores, melenudos con camisetas oscuras y mochila, padres con niños, vegetarianos, carnívoros, omnívoros, fumadores, no-fumadores... y todos se llevan bien, todos tienen algo en común; todos creen que la bici es un medio de transporte eficiente e inteligente dentro de una ciudad como Madrid y de esta forma alegre les gusta hacérnoslo saber y que cada vez seamos más.
Según comentan, esta vez el recorrido termina en un centro social donde alguien se ha encargado de preparar unas lentejas para ¿1.000 personas?. Otras veces se termina en un parque amplio y cada uno se lleva su tupper, o en las fiestas de algún barrio... Como hay tanta gente, hay opciones para todos los gustos y algunos regresan a casa, otros se quedan a compartir las lentejas e incluso hay gente que hoy tiene pinta de no acostarse temprano... Es una pena, pero Iñaki y yo trabajamos mañana, y yo debo dormir mis 7 horas reglamentarias.
Cuando llegamos al final con Iñaki, ¡sorpresa! nos juntamos un grupete y decidimos volver a casa pedaleando juntos pues compartimos parte del camino. No es lo mismo que con toda la gente que estaba en la Bici Crítica, y quizás nos pille un poco apartado para mí que no acostumbro a usar la bici tan a menudo como mi amigo, pero ya he comprobado que en compañía resulta más fácil, divertido y ayuda a que los automóviles nos respeten... Hay numerosos ciclistas que hacen lo mismo y también circulan acompañados por otros tantos, incluso un grupo regresa junto con el chico del carrito musical, ¡qué divertido!. A esta hora además funciona el metro y se puede entrar con la bicicleta aunque sea día de diario.
Hemos recorrido unos 12 km, y menos mal que me he traído un bocata, tengo bastante hambre. Esta tarde me lo he pasado bien y he hecho un poco de ejercicio, la dopamina recorre mi cuerpo, me siento a gusto. De repente leo la pegatina que compré: “úsala a diario, celébralo una vez al mes”. Por un momento pienso que estaría bien hacerlo más a menudo y pienso en mi compañero Iñaki: él usa la bici todos los días, no para hacer deporte si no para ir a trabajar. Quizás yo pudiese hacer lo mismo... pero no, yo no puedo… bueno, ¿por qué no? Puedo probar, pero... una cosa es rodar con un grupo de unas 3.000 bicis y otra muy distinta es hacerlo yo solo.
Todo esto ocurrió hace un mes, después probé a hacer el trayecto de mi casa al trabajo un domingo y estudié la forma de evitar las calles con más tráfico, encontré una ruta adecuada y ahora vengo todos los días a trabajar en bici. Ahorro tiempo, ahorro dinero, y veo las cosas desde otro punto de vista. Disfruto, sonrío, ...